Durante mucho tiempo, nos han inculcado que una familia está formada por dos cónyuges, casados «por la iglesia» y «como dios manda», los hijos de estos, y aquellos que sean consanguíneos con ellos y compartan el mismo apellido. Es curioso que, durante los últimos siglos, cuando el hombre ha experimentado los más grandes avances de su existencia, tanto científicos como tecnológicos y sociales, esta visión familiar se haya mantenido como marcada a fuego. Puede ser una forma de institucionalizar el concepto de familia, y tener algo seguro en este mundo siempre cambiante, si lo vemos por el lado más amable.
Pero ¿por qué nos hemos quedado en eso tanto tiempo? En los albores de nuestra existencia, ya había ciertas formas de organización sociales similares a la familia, pero con criterios más amplios. Los clanes de la prehistoria, un grupo de personas que se ayudaban unas a las otras teniendo cada uno una función predefinida; al final llegaron a compartir sangre como era inevitable, pero no era un requisito previo para formar parte del clan. O las tribus indígenas, organizadas de forma muy parecida a los clanes, donde la sangre, aunque importante, también quedaba en segundo plano si se practicaba una adopción, o simplemente se convivía en armonía siguiendo las reglas ancestrales. O la familia romana, donde incluso cabían antiguos esclavos que el pater había liberado, y que adoptaba el nombre de la familia pasando a ser miembro de pleno derecho en ella. ¿Y qué me dices de las comunas hippies? Sí, cierto que el 99% del tiempo iban fumados, pero el espíritu era ser todos hermanos, compartir lo que tenían y hacer el amor y no la guerra (esto último, literal a más no poder, jeje)
En nuestra idea de familia tradicional, las adopciones han sido un tema espinoso, sobre todo en nuestras sociedades con la idea de la consanguinidad tan arraigadas. Uno no sabía si era mejor ser un adoptado o un bastardo, teniendo en cuenta el rechazo social que se sufría y que no se diferenciaba uno del otro. Pasando el tiempo, llegó un momento en que ser solidario y adoptar un hijo era ejemplo de buena persona; muy noble eso de dar un hogar a aquellos que no lo tenían, aunque la razón fuera que no se podían tener hijos propios o que se necesitaban manos para trabajar en casa. Como fuera, hoy ha dejado de ser un estigma, gracias a que la sociedad, por fin, está dejando atrás ese concepto de familia tan absoluto y atrasado.
Al cambiar, como digo, el concepto de familia, parece que los roles de los padres también pueden cambiar. Ahora hay distintos tipos de familia, y aunque los hijos son los protegidos y los progenitores los que protegen, no necesariamente tienen que ser las figuras tradicionales. Podemos encontrar familias monoparentales; familias con dos padres o dos madres; familias con padres, madres o hermanos postizos; e incluso familias donde el rol paternal lo asumen los abuelos, los tíos o hermanos mayores. Y por supuesto, todas aquellas que tengan hijos adoptados, ya que nada impide ahora que sean aceptados como hijos carnales.
Dicen los defensores de la familia tradicional que este cambio de definición y de roles dan lugar a confusiones, desestructuración e incluso degeneraciones, como que sepamos que una madre se casa con su hijo adoptado. Desde luego, el caso de la señora es llamativo, sobre todo porque adoptó al joven tras divorciarse y cuando aún no tenía 18; ahora, quince años más tarde, y con más de treinta de diferencia, se han casado. Es más un problema de la edad del inicio de la relación que del hecho de casarse, pues en realidad nada impedía esa unión; solamente, si se quiere, el haber roto el vínculo madre-hijo que debía haber existido.
Por otra parte, hablamos como si el incesto xxx fuera lo más grave, depravado y sucio del universo, cuando no siempre fue así. En la actualidad, hay muchos lugares del mundo donde se siguen uniendo personas de la misma familia; y en plan ficción, las webs porno están llenas de videos x gratis que usan el tema del sexo familiar como su mayor atractivo. Recordemos que en las antiguas civilizaciones, los matrimonios entre personas de la misma familia, incluso de consanguinidad cercana, eran la tónica normal, con la idea de conservar el apellido y todas aquellas singularidades que decían venirle por la sangre (faraones y reyes, por ejemplo). Y esa fue una costumbre no tan lejana en el tiempo, si echas un vistazo a nuestra historia reciente.
¿Las nuevas organizaciones familiares desvirtúan las relaciones entre padre e hijos, en incluso entre otros miembros de la familia, tal y como dicen las críticas? No aseguraría yo tanto, parece que cuando se dan, el vínculo ya estaba tocado desde el principio. Más bien debería verse caso por caso, aunque, si son entre personas adultas y que mantienen un consenso, ¿quién somos nosotros para criticar?